Érase una vez, hace mucho mucho tiempo, en la profundidad más profunda de la selva de Birmania, que sucedió una curiosa historia.
Todos los animales vivían en la misteriosa armonía de la jungla, cada uno a su estilo, pero el Conejo, que siempre ha destacado por su inteligencia y por su natural predisposición a que le salgan bien las cosas, despertaba un poco de envidia entre algunos animales. Uno de los que más envidia le tenían, era el Sapo, vete a saber por qué.
Un buen día, le dijo el Sapo a sus amigos “Vais a ver que broma le gastamos a ese engreído Conejo, le vamos a dar un buen susto y todos nos reiremos de él”.
El Conejo pasaba todos los días por el mismo camino, cuando iba al atardecer a beber al rio. El Sapo le dijo a los otros animales: vosotros escondeos allí en aquellos árboles y no hagáis ruido. El Sapo se escondió debajo de una piedra y esperó con paciencia a que el Conejo pasara por al lado de la piedra.
Ya estaba casi anocheciendo, cuando al fin llegó el Conejo, brincando alegremente, y pasó junto a la piedra donde estaba escondido el Sapo, éste salió, y con toda la fuerza de su garganta, hizo CRO-AK y el Conejo se llevó un susto enorme, pensando que un terrible monstruo quería comérselo.
El Conejo, aterrorizado, pegó un salto enorme con todas sus fuerzas y salió corriendo, dejando al Sapo y a los otros animales muertos de la risa.
El Conejo, al saltar, lanzó con su pata trasera una piedra que cayó rodando por la ladera hasta chocar con una mata de Sésamo.
La mata de Sésamo se sacudió un poco y desprendió al viento una nubecita de polen.
El Búho pasaba volando en ese momento y le entró polen en los ojos, dejándolo casi ciego durante unos segundos.
Volando prácticamente a ciegas, el Búho vino a chocar contra un Cañaveral, rompiendo varias cañas que cayeron al suelo con gran estrépito.
Las cañas cayeron justo encima de la gran Serpiente que estaba durmiendo al pie del Cañaveral.
La Gran Serpiente despertó de golpe y huyo rápidamente sin saber bien qué era ese tremendo ruido.
En su huida, pasó entre las piernas del Jabalí, que estaba comiendo tranquilamente unos juncos junto al profundo lago.
El Jabalí también se llevó un buen susto y salió de allí con enorme salto, lanzando en su huida unas piedras al lago.
Las piedras cayeron al agua y fueron rodando y rodando hasta caer el fondo del profundo lago.
Allí, en el fondo del lago está durmiendo apaciblemente un enorme Dragón (si, un dragón, de los de antes, de los que viven bajo el agua, vuelan y lanzan fuego por la boca)
Las piedras vinieron a caer justo encima del morro del Dragón, que acababa de pillar el primer sueño, y despertó totalmente enfurecido.
• Grrroooaaarrrr ¿Quién se atreve a venir a despertarmeeee? Rugió el Dragón con toda su furia en cuanto salió del agua.
Miró a un lado y al otro y todavía alcanzó a ver al Jabalí corriendo.
El Dragón fue volando y se plantó delante del Jabalí.
• Jabalí, quieto ahí.
El Jabalí se quedó paralizado delante del imponente Dragón.
• Jabalí, te has atrevido a molestarme y despertarme, así que, prepárate, pues vas a morir.
El Jabalí, todo asustado no podía apenas balbucear una respuesta:
• No, no, no fui yo Sr. Dragón, perdóneme si lo he molestado involuntariamente. Déjeme explicarle, yo estaba tranquilamente comiendo unos juncos cuando la gran Serpiente pasó entre mis piernas dándome un enorme susto. Fue la Serpiente la culpable.
El Dragón dejó al Jabalí con la palabra en la boca y se marchó volando en busca de la Serpiente, a la que no tardó en encontrar.
• Serpiente, has asustado al Jabalí pasando entre sus piernas y él me ha despertado a mí, y estoy furioso, muuuy furioso, así que, vas a morir.
La Serpiente y el Dragón son primos y suelen ser buenos amigos. La Serpiente le dijo al Dragón:
• Querido primo, sabes que yo nunca te molestaría, y menos aún mientras duermes. Precisamente me pasó a mí lo mismo, yo estaba durmiendo tranquilamente en el Cañaveral cuando unas cañas cayeron sobre mí haciendo un ruido espantoso, me asusté y salí a toda prisa de allí, pasando sin querer entre las piernas del Jabalí. Es pues el Cañaveral el responsable de todo esto.
• Está bien –dijo el Dragón resoplando- voy pues a buscar al Cañaveral.
El Dragón extendió sus alas y salió volando hacia el Cañaveral.
En cuanto aterrizó, le dijo con toda la potencia de su voz:
• Cañaveral, vas a morir.
• Oh, y e-eso ¿por-que? respondió el Cañaveral temblando con todas sus cañas y haciendo un ruidoso clac-clac-clac
• Porque tiraste tus cañas sobre la Serpiente, que salió corriendo, se metió entre las patas del Jabalí, que dio un salto, y lanzó unas piedras al lago, que me despertaron de mi primer sueñooooo y ya me estoy empezando a poner muuuy muuuy furiosoooo.
El Dragón tenía los ojos rojos de rabia y le salían llamaradas de fuego por la nariz mientras vociferaba.
Y el Cañaveral respondió con voz entrecortada y temblorosa:
• No, se-ñor Dra-gón, dis-cul-pe-me, pe-ro yo no fu-i
• Grraaauuuummmmm –rugió el Dragón- voy a lanzar mis llamas y a quemarte todo
• No, por-fa-vor, no-fui-yo
• ¿Entonces quieeeennn? Grrrrrr
• Fue, fu-e el bú-ho
• ¿Cómo que el Búho?
• Yo estaba – estaba meciendo mis cañas a la brisa – del atardecer – cuando – el Búho –el Búho llegó volando y chocó contra mis cañas rompiéndolas y haciendo ruido.
• Aaaarrrg mataré a ese Búho.
El Dragón salio de allí rugiendo y más enfurecido que nunca.
Al poco, encontró al Búho. Se plantó delante de el, lo miró amenazadoramente a los ojos y le dijo.
• Búho, Búho… vas a morir.
El Búho abrió sus enormes ojos, no podía ni pestañear del miedo.
• Pero, no, no, ¿Por qué yo?
• Porque rompiste las cañas del Cañaveral, que despertaron a la Serpiente, que pasó entre las piernas del Jabalí, quien lanzó unas piedras al lago, que cayeron sobre mí y me despertaron mientras dormía. Y ya me estoy cansando de dar tanta explicación.
• Ay pero no, no señor Dragón, no fui yo. Dijo el Búho.
• ¿Cómo que no fuiste tu? Entonces, ¿Quiéeeen?
• Pues fue la Mata de Sésamo que hay junto al camino del rio. Cuando pasaba volando por encima de ella me soltó una nube de polen que me entró en los ojos, dejándome sin visión y por eso vine a chocar contra el Cañaveral.
El Dragón apretó sus ojos con rabia, se plantó sobre sus patas traseras, extendió sus dos alas, estiro el cuello hacia lo alto y lanzo un terrible rugido con humo negro y llamas rojas, parecía un volcán en erupción. En un momento se plantó delante de la Mata de Sésamo.
• Mata de Sésamo, prepárate, vas a morir.
• Aaaayyyy pero yo, ¿Por qué? ¿porque yo? Pobre de mí, víctima inocente, si yo hice nada, nada de nada, aaayyyy no, yo nunca hice mal a nadie. Y empezó a gimotear y a llorar.
• Me da igual que llores. Tus lágrimas son inútiles. Lanzaste una nube de polen cuando pasaba el Búho, que chocó contra el Cañaveral, que despertó a la Serpiente, que asustó al Jabalí, quien lanzó unas piedras al fondo del lago y me despertó de mi sueñooooo.
Ya se disponía el Dragón a lanzar una llamarada de fuego abrasador sobre la Mata de Sésamo, cuando esta pudo decir:
• Pero, pero… si yo no fuí
• Entonces… QUIEEEEN
• Fue el Conejo, que lanzo una piedra sobre mí y sacudió mis ramas, por eso, por eso, fue el Conejo aayy, yo no, yo no, y se puso a llorar de nuevo.
El Dragón dejó a la Mata de Sésamo con la palabra en la boca, desplegó sus dos enormes alas y se elevó hacia el cielo en busca del Conejo. No tardo en divisarlo. Allí estaba el Conejo, comiendo hierba apaciblemente mientras esperaba que se hiciera de noche. El Dragón se lanzó hacia el Conejo, se le plantó delante y le rugió:
• Conejo, vas a morir. Lanzaste unas piedras sobre la Mata de Sésamo, que desprendió una nube de polen, que cegó al Búho, que chocó contra el Cañaveral, que dejó caer unas cañas sobre la Serpiente, que huyendo pasó entre las patas del Jabalí, quien arrojó unas piedras al lago que vinieron a despertarmeeeee. Así que, prepárate a morir.
El Conejo, asustadísimo, tembloroso, se apresuró a contestar:
• Pero, oh Sr Dragón, sí, yo lancé esas piedras sobre la Mata de Sésamo sin querer, pero fue huyendo de un terrible monstruo que salió de debajo de esa piedra y quería comerme.
El Dragón se quedó quieto un momento, como pensando.
• ¿Has dicho un monstruo? ¿Debajo de esa piedra?
• Si, si, un monstruo terrible, enorme, que lanzó un rugido aterrador. Dijo el Conejo, mientras intentaba controlar el temblor de las orejas.
El Dragón se giró, y se acercó despacio a la piedra que había señalado el Conejo. Levantó la piedra, miró bien mirado, y dijo
• Conejoooo, AQUÍ no hay NADA.
• No, no… no es posible.
• Conejoooo CALLA. Has revolucionado media selva, me has despertado, y además, me has MENTIDOOOOO. El Dragón parecía que crecía por momentos, que se hinchaba, su voz era un rugido feroz, el fuego y el humo le salían por la boca y la nariz, era un espectáculo aterrador. Se quedó mirando al Conejo, y fue acercando sus enormes fauces hacia el inmóvil Conejo.
El Conejo estaba petrificado, los ojos desorbitados, y temblaba y temblaba y le temblaba hasta la nariz.
El Dragón se quedó mirando a la nariz del Conejo. Se detuvo, y de repente, ya no lanzaba fuego ni humo. Se hizo como un silencio,… donde solo se oía el temblor del asustado Conejo.
El Dragón siguió mirando al Conejo y a su nariz, que no paraba de temblar, y de repente, le cambio la cara. Esbozó una sonrisa primero, y luego empezó a reír, y luego ya no podía parar de reírse.
• Ja ja ja, que gracioso eres Conejo.
El Conejo no entendía nada. Pero no podía parar de temblar y de mover la nariz.
Al Dragón casi le da un ataque de risa. Continuó riéndose hasta que ya no podía casi ni respirar, Luego dio media vuelta, y se marchó volando y riendo cada poco.
El Conejo se quedó allí un buen rato más. Sin entender nada, y sin poder controlar el temblor de nariz.
Y por eso, todavía hoy, al Conejo todavía le dura el susto y le sigue temblando la nariz.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
(Adaptación de una fábula birmana por Vicente Marín)
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